Se educa partiendo de la premisa que el comportamiento de los hijos es comunicación y se pretende identificar qué necesidad hay detrás de un determinado comportamiento. En su base hay un cambio de paradigma, a diferencia de la crianza tradicional no atribuimos el comportamiento “a que nos está manipulando”, o que “llora para llamar la atención” y por tanto “vamos a ignorar” o “vamos a castigar” ese comportamiento inadecuado. En la disciplina positiva entendemos el comportamiento como una forma de comunicación y nuestra meta es “entender” que nos está comunicando y que necesidad tenemos que cubrir, entendiendo que cubrir esa necesidad es lo que va a permitir que el comportamiento mejore.
La estrategia principal es la conexión que Siegel la define como “dar atención a nuestros hijos, mostrar que los respetamos lo suficiente para escucharles y que les transmitimos nuestro apoyo siempre, independientemente del modo en que se comportan” (Disciplina sin lágrimas, pag21). Conexiónque se hace antes de redirigir la conducta del niño.
El elemento clave, el elemento principal de cambio somos nosotros, los adultos, en los que debemos responder, en lugar de reaccionar ante una determinada conducta. Es un modo de parentar en el que se ponen límites sin recurrir a los castigos y las amenazas. Cuando educamos a nuestros hijos a menudo respondemos reproduciendo el modelo crianza tradicional en el que fuimos criados, y el GRAN RETO en la disciplina positiva es “deconstruir” ese modelo que nos guía a modo de “piloto automático” y es el que nos hace actuar y contestar en el modo en el que estamos programados.
Si no estamos atentos y no somos conscientes de la existencia de nuestro piloto automático, ante un comportamiento inadecuado de nuestros hijos se activan nuestros automatismos y la forma de disciplinar a nuestros hijos es mediante castigos y amenazas. Terminamos reaccionando en lugar de responder. Como decía Joan Carles March:
“Cuando se responde de forma reactiva, somos rehenes de las emociones, se cae en la impulsividad y no se toman las decisiones adecuadas”
Cuando reaccionamos no utilizamos nuestras funciones superiores (corticales), el estímulo que recibimos provoca una respuesta talámica poco elaborada, inmediata y que en su origen automático estaban orientadas a la supervivencia.
Al contrario, cuando respondemos nos centramos en el niño, nos ponemos en su lugar, trabajamos desde la empatía y exploramos que necesidad hay tras ese comportamiento. Todo este camino lo que intenta es ayudar al niño a regularse, asumiendo que ese comportamiento es la parte visible de un problema interno. Si conseguimos llenar esa necesidad, poco a poco conseguiremos la regulación.
Bibliografía:
1. Disciplina sin lágrimas. Daniel J Siegel, Tina Payne Bryson. Editorial B de Bolsillo. Año edición 2018.
2. Responder no reacciones. Joan Carles March. Disponible en:
https://www.granadadigital.es/responde-no-reacciones-responde-no-reacciones-por-favor-gracias-por-responder
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